No sé por qué Watanabe (protagonista del libro) se asemejó al Andrés de un periodo de tiempo que para bien o para mal no supo lidiar con las disyuntivas propias de cualquier ser humano: ¿Sexo o amor?, ¿Excesos o paz interior?, ¿Vivir la vida o la muerte en vida?, ¿Adultez o inmadurez?, interrogantes clichesudos sacados del nochero y utilizados por cualquier escritor a través de la historia, y no para menos Haruki Murakami hizo uso de los mismos para contar como Watanabe a los 37 años de edad y escuchando una canción de los Beatles, decidió volver al Tokio de los setentas para explicarse 15 años después cómo responde a los interrogantes que tuvo en ese tiempo. Allí radica la trama. Y no estoy hablando de Tokio como territorio geográfico sino como esa construcción mental que lo hizo retroceder 15 años y volverse a preguntar ¿Ya respondí los interrogantes? ¿Ya dejé a tras las disyuntivas? - La respuesta es: No. - ¿Por qué no? Sería la pregunta; una pregunta que hizo pensar a Andrés y que lo cuestionó sobre la atemporalidad del amor, del sexo, de la paz interior, de la madurez -¿Realmente debería usarse este adjetivo para referirse a las personas? ¿Acaso somos frutas?-. Esa cuestión de atemporalidad viene ligada a un momento de la vida inexorablemente y es por esto que a Watanabe lo llevó a la época de los Beatles y las protestas estudiantiles en Tokio, y a Andrés lo llevó a Chet Faker y al auge de los matrimonios en Manizales; al primero, años atrás y al segundo, solo meses. Y entonces, ¿En que radica la atemporalidad de los interrogantes clichesudos? Precisamente en eso, que son clichesudos, pues por más que se hayan utilizado en exceso, se hayan discutido y estén presentes en la vida de las personas, no dejarán de serlo. Así, cuando Watanabe sentía una encrucijada al tener en su vida 3 mujeres que adoraba de diferente forma (Naoko, Midori y Hatsumi), Andrés tenía a 3 que quería tener en su vida (Flaca de sus ojos, Chica misterio y Flaca del Punk). Cada una tenía aspectos diferentes que los llenaban en cierta medida, por ejemplo, Naoko era el tipo de mujer que completaba el vacío emocional y las ganas de existir pero sufría de una inestabilidad mental que la llevó a guardar reposo en un sanatorio; Midori era el tipo de mujer que cualquier hombre quisiera tener por su forma de ser y su carencia de prejuicios pero que forzó las cosas terminando con su novio sin consultarlo con Watanabe; y por último, Hutsmi, que apareció en su vida sin pretensiones de ningún tipo pero con la intención de ser alguien en el mundo de incertidumbre al cual pertenecía Watanabe. Aunque en algunos pasajes de la historia Watanabe mostrara más interés por una que por otra, finalmente las 3 conformaron la historia, por lo que decantarse por una o por otra sería solo una cuestión de interpretación, de lenguaje. Ese lenguaje es el que nos hace personas y determina el aquí y el ahora, es el que nos muestra de acuerdo a nuestras construcciones mentales que es lo que queremos con base en lo que somos y lo que queremos exponer ante el mundo.
En conclusión, así como Watanabe se cuestionó algún día acerca de sus vivencias en Tokio, Andrés se cuestionó acerca de su construcción mental actual, que viene precedida por los mismos interrogantes sobre sexo, amor, vida, muerte, adultez, inmadurez… y al fin de cuentas confluyen en la misma respuesta: Todo es un proceso.
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